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Contemplar el fascinante cielo nocturno, aprender algo más sobre la historia de la Tierra, visitar árboles milenarios u observar aves o mamíferos, son formas de viajar haciendo turismo científico, como también lo son visitar museos de ciencia o yacimientos arqueológicos.  En realidad, las posibilidades que ofrece la ciencia son siempre infinitas y los lugares donde deja su huella también.

En los últimos años ha empezado a desarrollarse con fuerza el turismo científico: una forma de viajar que busca ir más allá de la simple observación y profundizar en lo que estamos viendo, para entender mejor todo aquello que nos rodea.

Lo cierto es que no es algo nuevo, pues el origen del turismo científico se remonta a aquellos legendarios exploradores del pasado, en sus viajes de aventura y descubrimiento

A ellos, que, guiados por la curiosidad y el ansia por desvelar los misterios del mundo, les debemos buena parte del saber científico actual, son también, la verdadera inspiración de lo que hoy conocemos como turismo científico.

Y es ese mismo deseo el que sigue motivando hoy en día a los turistas científicos, cuyo objetivo es ampliar su conocimiento del mundo, apoyados en los hombros de los gigantes que ayudaron a desvelar esos misterios, al mismo tiempo que disfrutan del resto de placeres propios de las actividades de ocio.