Parque de Quevedo (León)

Botánica y faunas urbanas

Puntos de Interés Observer®

Temáticas científicas



¿Por qué es interesante este Punto de Interés?

El Parque de Quevedo se encuentra al lado del río Bernesga, muy cerca del Parador de San Marcos. Fue inaugurado en 1980 en un antiguo vivero, por lo que algunas especies arbóreas datan de esa época. Se trata de uno de los parques más extensos de León, con cerca de 48.000 m2.

Su imprescindible visita nos hará viajar a través de la belleza de su colorido, pues en este enclave natural, la botánica y la fauna son las protagonistas absolutas, pero también la química, que explica la variedad cromática observada en las cuatro estaciones.


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    Su botánica

    Las primeras sorpresas para quienes que se adentren en este frondoso vergel, situado en pleno centro de la ciudad, son las setenta especies arbóreas enumeradas en el cartel explicativo de la entrada principal. Destacan, no obstante, por su rareza, su singularidad o valor biológico los abetos, abedules, cipreses, encinas, hayas, cedros, enebros, pinos, arces, chopos, nogalesacacias o castaños, y también frutales como olivos, ciruelos o melocotoneros.

    El visitante puede empezar su recorrido deteniéndose primero en el singular pino “araucano” (Araucaria araucana), árbol originario de las provincias subantárticas de Chile y muy característico por sus ramas alargadas de hojas puntiagudas, similares a escamas, y extraordinariamente punzantes. Su resina posee lignanos, antioxidantes que ayudan en la prevención de enfermedades.

    Mientras seguimos recorriendo esta “fábrica de biodiversidad”, descubrimos el pino piñonero (Pinus pinea), especie arbórea de la familia de las pináceas. Se eleva imponente junto a una roca tallada que rinde homenaje al genial naturalista español Félix Rodríguez de la Fuente (1928-1980). Su copa en forma de parasol nos indica que estamos ante una especie en edad madura. La madera del pino piñonero tiene gran interés, pues se emplea en la fabricación de pasta de papel y barnices.

    La gran fuente que domina el jardín, convive junto a una de las especies botánicas más antiguas del mundo: el ginkgo (Ginkgo biloba L.). Árbol originario de Japón, y considerada un relicto del periodo Pérmico de la era Paleozoica, de hace 270 millones de años. El ginkgo es un árbol especialmente resistente, de ahí su longevidad. Esto se debe, entre otras muchas razones, a que posee unos compuestos químicos con gran poder medicinal: los flavonoides. Además, su ADN, es 3,5 veces más largo que el de las personas, y contiene más de 40.000 genes, que le imprimen resistencia y fortaleza.

    Otra de las joyas botánicas del parque de Quevedo es el cedro del Himalaya (Cedrus deodara pendula). Se trata de una conífera de gran tamaño que presenta una geometría de tipo piramidal. Sus características ramas caídas tienen gran valor ornamental, y su madera era muy apreciada por griegos y fenicios para la construcción de sus barcos.

    Y entre los árboles, nos encontramos el busto del escritor Francisco de Quevedo, que da nombre al parque.

    La química de los colores

    La espectacular variedad cromática presente en las hojas es obra de la química. Los compuestos químicos, o pigmentos, que dan color a las hojas, son fundamentalmente tres: clorofila (verde), carotenoides (amarillo, anaranjado y marrón) y antocianinas (rojo).

    La mayoría de las hojas son de color verde por la presencia de la clorofila, que participa en el proceso de fotosíntesis. Gracias a la ella, las hojas convierten la luz solar, el dióxido de carbono (CO2) y el agua (H2O), en azúcares que viajan por el interior de ramas y raíces para alimentar al árbol. Para que haya producción de clorofila hacen falta temperaturas cálidas y luz solar. Por esta razón, es durante la primavera y el verano cuando la clorofila se descompone y se vuelve a formar.

    Cuando los días se van acortando y las noches haciendo más largas, la producción de clorofila se va deteniendo hasta que la planta deja de producirla temporalmente. Esto se traduce en la desaparición del color verde. Una vez que este pigmento ya no está, lo que se ven son los otros pigmentos que siempre han estado allí y que le dan a la hoja una tonalidad amarilla o naranja.  Antes no podían ser vistos porque estaban “enmascarados” por la clorofila, como el carotenoide, que crea los amarillos y anaranjados en frutas y vegetales.

    Las antocianinas, el tercer pigmento implicado, agrega el color rojo a las plantas, tales como los arándanos, las manzanas rojas, las cerezas y las fresas, entre otros. La temperatura y la nubosidad juegan un papel importante en la tonalidad de los rojos. La mayor parte de las antocianinas se producen únicamente en otoño, y solo bajo ciertas condiciones. No todos los árboles pueden producirlas.

    Las aves del parque

    En el parque de Quevedo pueden observarse un buen número de aves: ánade real, pato colorado, cerceta común, ánade silbón, porrón común, pavo real, pintada o gallina de África, gallos, y gallinas.

    Destaca especialmente, por su brillante colorido, el pavo real (Pavo cristatus), especie de ave galliforme, originaria de Asia. Su alimentación es fundamentalmente omnívora, compuesta principalmente por semillas, frutos, plantas, verduras, insectos, ranas y pequeños reptiles.

    Sus brillantes colores han sido objeto de números análisis por científicos de todos los tiempos, desde Charles Darwin hasta Isaac Newton. Hoy sabemos, que al igual que muchas aves, los vibrantes colores del plumaje iridiscente, no son debidos a pigmentos, como en las plantas, sino a un efecto llamado de coloración estructural. Este efecto es el resultado de la reflexión selectiva de la luz o iridiscencia, debido, usualmente, a la presencia de estructuras con muchas capas. Por ejemplo: las plumas de sus colas tienen una pigmentación marrón, pero su estructura las hace parecer azules, turquesas y verdes.

    Existen dos posibles rutas circulares de 524 y 652 metros, respectivamente, que permiten observar, sin molestar, a buena parte de todas las aves presentes. El viajero podrá disfrutar, con una mirada detenida, de su belleza y biodiversidad.

    Sabías que?

    • La clorofila fue descubierta en 1817 por los químicos franceses Pierre Pelletier (1788-1842) y Joseph Caventou (1795-1877), que consiguieron aislarla de las hojas de las plantas.

    No te puedes perder:

    • Pasear por el parque en cada una de las estaciones y observar los cambios producidos en toda su biodiversidad.

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